Cuando comencé el curso llevaba una semana trabajando como Director General en un grupo de comunicación de información económico- empresarial con una amplia trayectoria. En mis anteriores trabajos había tenido problemas en lo relacionado con la gestión de equipos. Estos problemas derivaban de la insistencia de muchos de mis jefes de someter a mis equipos a un alto nivel de stress para conseguir el mayor número de objetivos de venta.
La realización del curso coincidió con mi fichaje para un cargo de dirección general. Tenía muy claro que mi estilo de liderazgo quería enfocarse en la motivación y en la comunicación fluida y activa con toda la gente con la que trabajara. Mi sorpresa fue cuando tras las primeras sesiones, descubrí, que lo que se estaba impartiendo en el curso no era un manual para dirigir equipos, sino una nueva visión de la autoestima, la inutilidad del sufrimiento, el potencial de la sonrisa y –sobre todo- la capacidad real y brutal de la persona para tomar las riendas de su vida y gestionar sus emociones.
Se trata de sacar lo mejor de cada persona haciéndole creador y responsable de sus propias propuestas y decisiones. No es lo mismo entregar unos objetivos inalcanzables y una hoja de ruta autoritaria para llegar a ellos, que hacer que sea la propia persona la que marque su hoja de ruta basada en su potencial y su personalidad para alcanzarlos. Tenía muy claro que ética y moralmente yo no iba a machacar a nadie. Como aprendí en el curso, la mejor manera de estar bien contigo mismo es hacer que tu finalidad coincida con tus valores.
Las habilidades y experiencias adquiridas en el curso me permitieron crear una sintonía especial con mi equipo. Experimenté que mi estilo de liderazgo basado en la afabilidad, la transmisión de confianza y la escucha activa me permitían tener autoridad en la toma de decisiones a pesar de que en la empresa no hubiera un organigrama de mando. Esta autoridad se contraponía al mero poder de la presidencia basado en el miedo. Entendí perfectamente la diferencia entre el líder y el patrón. Por otro lado, las habilidades relacionadas con la resiliencia, me hicieron aguantar en la empresa y salir fortalecido con la experiencia y –sobre todo- transmitir a mi equipo la necesidad de gestionar sus emociones y pasar por encima del maltrato psicológico al que continuamente se veían sometidos.